El justo por la fe vivirá Habacuc 2:4
Mi discurso final de conferencia, Octubre 28, 2007
David H. Linden, Action
International Ministries davidlinden@shaw.ca
Mi intención es proveer de notas a aquellos que han asistido a mis
conferencias. Ustedes tienen las notas sobre Habacuc que han sido distribuidas
en la conferencia, también disponibles en mi sitio de internet: www.grebeweb.com/linden. Este sermón se ha basado en mis notas. Desde luego, no me
es posible recordar todo lo que dije aquella tarde, aunque bastante se ha
incluido aquí. He agregado algunos detalles y más referencias bíblicas. Ha sido grandioso haberlos visto en Siliguri.
Durante esta conferencia hemos estudiado Habacuc, donde se encuentra la
famosa frase, “El justo por la fé vivirá” (Habacuc 2:4). El apóstol
Pablo concedió bastante atención a tal afirmación, citándolo en Romanos 1 y Gálatas
3, y de haber escrito Hebreos, lo citó de nuevo en el capítulo 10. En Romanos,
Pablo hace su más detallada presentación del evangelio cristiano en varios
capítulos. Él se apoyó en Habacuc para
introducir su evangelio. El apóstol enseñó que es por medio de la fé que una
persona se hace
justa.
… pronto estoy a anunciaros el evangelio
también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo de evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío
primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: "El justo por la fe
vivirá." (Romanos 1:15-17)
Todos los hombres están en pecado. Es importante para nosotros admitir que
el pueblo de Dios lleva el pecado dentro de sí y, por lo tanto, peca. Yo tengo
pecado en mí, y tengo una razón genuina cada día para confesar mis
pecados al Señor. ¿Cómo es que Dios puede llamar a alguien justo? Él conoce
todo acerca de nosotros, sin embargo lo hace de una forma honesta. Él realmente
perdona pecados, aún cuando en esta vida nadie es libre del pecado en uno mismo.
Los cristianos son justos en un sentido y pecadores en otro.
Tres preguntas:
1.
¿Acaso existe un Dios santo que requiere obediencia perfecta de todos los
hombres? Sí.
2.
¿Acaso este Dios santo encuentra la justicia perfecta en algún hombre? No.
3.
Entonces, ¿cómo puede Dios llamar a alguien justo?
P. 1: Tenga cuidado de seguir las
preguntas cuidadosamente. ¿Acaso Dios es Santo? Sí. ¿Requiere que le
obedezcamos? Sí. ¿Nos permite una cierta cantidad de pecado que el pasa por
alto? No. ¿Requirió Él obediencia perfecta de Adán y Eva? Sí. ¿Fueron
expulsados del huerto por el pecado de haber comido del fruto prohibido? Sí. (La
Biblia llama un pecado al pecado de
Adán en Romanos 5:16,18.)
P. 2: ¿Acaso Dios encuentra la
justicia perfecta en algún hombre? No, puesto
que todos han pecado. La vida de santidad de la persona más madura y piadosa en la tierra es tan sólo
un pequeño comienzo. Los cristianos ciertamente poseen justicia, aunque ninguno
de nosotros cumple con el estándar de Dios en esta vida, nadie en ninguna parte.
En toda la historia solamente ha habido un ser humano que ha cumplido la ley de
Dios en su totalidad, y ese fue Jesucristo.
P. 3: De manera que coincidimos en
que Dios requiere obediencia perfecta y no la encuentra en ninguno de nosotros.
¿Cómo entonces puede Dios llamar a alguien justo? La maravillosa respuesta es
que Dios nos otorga una justicia que no la hay en nosotros. Aquello que Dios ha
requerido en Su Ley, Él lo ha provisto en su evangelio. La Biblia es muy clara
al afirmar que esta justicia es un regalo o don. Por ser justicia perfecta de Dios para nosotros (Romanos 1:17), ésta no puede ser una justicia que se
encuentre de forma natural en nosotros.
En Romanos 5:15-17 cinco veces esta justicia es llamada regalo. Si perdemos
de vista que es un regalo, perdemos de vista la gracia de Dios. Si cambiamos el
regalo de Dios por algo que nosotros merecemos, destruimos el evangelio
cristiano y lo convertimos en cualquier otra religión! Dios otorga la justicia
que necesitamos, pero que carecemos, a aquellos pecadores que vienen a Él. La
Biblia enfatiza que no es posible dar algo a cambio por este regalo. (Ver Romanos
4:2-5; Romanos 11:6; Gálatas 2:16; Efesios 2:8,9; Tito 3:4-7.)
¿Cómo es que esto funciona? El pecador en la corte de Dios
Imagine el problema que el pecador tiene con Dios. Es Dios en contra de
quien hemos pecado. Él lo sabe y culpa al hombre por su pecado, de manera que
Dios es el fiscal (esto es, el que demanda). Él ve todo nuestro pecado, por lo
tanto Dios es el testigo en nuestra contra. Es en contra de Dios que hemos
pecado, y por eso es la parte ofendida. Puesto que Dios es Dios, ÉL es el juez.
Peor aún para el pecador, ya que Dios es también el verdugo (el que aplica el
castigo). Es Dios quien envía a los pecadores al infierno! Porque es Dios en
contra de quien hemos pecado, no existe ningún lugar donde escondernos. Estando
Dios y el pecador solos cara a cara, el pecador se encuentra en un problema
eterno.
Jesús Representándonos
Las buenas nuevas son que Dios ha hecho algo para que el pecador no lo
enfrente. El Señor ha enviado un Mediador entre Él mismo y nosotros, Su Hijo Jesucristo.
Jesús es nuestro único abogado defensor
ante el Padre (1 Juan 2:1,2). Él es una clase diferente de abogado, pues se ha
puesto de acuerdo con el fiscal en que todos los cargos en contra nuestra son
verdad. No nos disculpa. Más aún, Él ha estado de acuerdo en que merecemos
nuestra pena. Él no defiende nuestro
pecado. Sin
embargo, Jesús vino a tomar nuestro problema como si fuera suyo, nuestra culpa
como suya. El Padre lo envió para hacer esto por nosotros.
La justicia como un regalo
El Juez, que estaba lleno de ira con nosotros por nuestro pecado, nos amó
mientras seguíamos siendo Sus enemigos (Romanos 5: 8) y dió a Su Hijo para que
todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16). La
Biblia es clara: 1) la justicia que necesitamos es, primeramente, un regalo, y 2)
este regalo es la justicia de Jesús mismo. Cristo
es nuestra justicia de acuerdo con 1
Corintios 1:30.
lo he perdido todo [sus propios intentos
de cumplir la ley], y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado
en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley sino la que es por la
fe de Cristo, la justicia que es de Dios
por la fe; (Filipenses 3:8,9)
~~~~~
Pero el
don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno
[Adán] murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un
hombre, Jesucristo. Y con el don no
sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino
a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.
Pues si por la trangresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más
reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la
gracia y el don de la justicia. Así
que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres,
de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán]
los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno [Jesucristo], los muchos serán constituidos justos.
(Romanos 5:15-19)
En las notas está
incluida la siguiente definición de justificación:
Justificación es un acto de la gracia gratuita de Dios,
mediante el cual Él perdona todos nuestros pecados, y nos acepta como justos delante
de Él, únicamente por la gracia de Cristo, y recibida solamente por la fe.
Las dos caras de la justificación
La necesidad del evangelio de Dios es mejor comprendida si se analizan las
dos caras de la ley de Dios. Por un lado, ésta requiere y, por otro, prohibe.
El evangelio no implica que NOSOTROS debamos satisfacer aquello que Dios
requiere en su ley y deshacernos de nuestro pecado de violarla. Nosotros somos
incapaces de cumplir tanto lo uno como lo otro. La única manera de expiar
nuestros pecados por nuestros propios medios sería sufriendo en el fierno para
siempre. La ley nos ordena aquello que debemos hacer, mientras que el evangelio
nos proclama aquello que Dios ha hecho
por nosotros. Para nosotros ser declarados justos, Cristo hubo de obedecer
la ley por nostros. Su vida entera fue de obediencia a Dios. Asimismo, Él hubo
de sufrir la pena por nuestra violación a la ley. Esto es lo que Él hizo cuando murió en la cruz.
La ley de
Dios |
||
|
Requisitos
positivos |
Prohibiciones
negativas |
Los mandamientos |
Obedecer a
Dios; hacer el bien. |
No desobedecer;
no pecar. |
La recompensa
de cada uno |
Vida |
Muerte |
Nuestro problema |
No hemos
obedecido. |
Hemos
desobedecido; hemos pecado. |
La sentencia |
Dios niega la
vida eterna. |
El veredicto de
Dios es muerte. |
El evangelio de Dios |
||
|
Jesús y los requisitos |
Jesús y las prohibiciones |
Nuestra salvación |
Jesús obedeció
por nosotros. |
Jesús murió por
nosotros. |
En otras
palabras |
Jesús cumplió
los requisitos de la ley de Dios en nuestro lugar. |
Jesús soportó
en nuestro lugar el castigo que merecemos por nuestros pecados. |
Las caras de la
justificación |
Dios pronuncia como justo a aquel que cree en Cristo. |
Dios perdona los pecados de aquel que cree en Cristo. |
El intercambio de 2 Corintios 5:21 |
Nosotros somos hechos justicia de Dios en Cristo. |
Al aceptar
nuestra culpa, mas sin pecar, Cristo fue hecho pecado por nosotros. |
¿Cómo es que el
intercambio sucede? |
La justicia de
Jesús es imputada a aquel que cree en Él cuando cree en Él. |
El pecado del
creyente fue imputado a Cristo cuando Él murió en la cruz. |
La vida de obediencia de Jesús
El Señor Jesús no podría representarnos ante Dios a menos que Él hubiera
sido uno de nosotros. Se hizo ser humano (Hebreos 2). Fue nacido bajo la ley (Gálatas
4:4) y la obedeció. Su justicia fue severamente probada cuando el diablo le
tentó durante 40 días. Adán fue probado en un huerto lleno de alimento, pero
Jesús fue tentado en el desierto sin pan. Jesús no cedió al pecado. No pecó
siendo niño, adolescente, o un joven adulto. Sus experiencias fueron severas, pero
durante toda su vida su justicia fue completa.
Adán hizo decisiones por nosotros. Cuando pecó, nosotros pecamos en él. La
culpa de Adán se convirtió en nuestra culpa. Sin embargo, Cristo actuó por
nosotros (Romanos 5). Su obediencia se convirtió en nuestra obediencia, y Su
justicia se hizo nuestra. Dios mostró su aprobación a la obediencia de Cristo
al levantarlo de los muertos, declarándolo así justo (Romanos 4:25). Por lo
tanto: 1) cuando creemos, Dios considera la muerte de Jesús como nuestra; no
tendremos que morir nunca por nuestro pecado. Y 2) cuando creemos, Él considera
la obediencia de Jesús como nuestra; no necesitamos confiar en nuestra propia conducta con el fin de
obtener la vida eterna. No hay justicia en nosotros que sea aceptada por Dios, pero
cuando la justicia de Cristo es nuestra, ya no necesitamos de nuestra propia justicia
insuficiente. Dios ha sido satisfecho enteramente por medio del cumplimiento y
muerte de Jesús.
El Señor produce buenas obras en todos aquellos que Él justifica (Efesios
2:10). El Espíritu Santo pone las leyes de Dios en los corazones de los
creyentes (Ezequiel 36:26,27; Jeremías 31:33). Este cambio en nosotros es el
resultado de la aceptación que Dios hace de nosotros en Cristo. No es la razón
por la cual Él nos declara justos. Jesucristo nuestro Señor, un viernes de hace
mucho tiempo, experimentó en la cruz lo que nosotros merecíamos. Mientras que un
domingo cuando Dios lo levantó de los muertos, recibió de Dios la vida que Él
merecía como hombre justo. Nuestra justificación depende de la obediencia y la
sangre de Jesús. Es recibida simplemente por medio de la fe en Él.
El día del juicio
Aquellos que han sido justificados por la fe ya no se encuetran en estado
de separación de Dios, pero gozan de paz con Él (Romanos 5:1). Un nuevo estado
de hijos justos/perdonados nos ha sido concedido. Al ser justificados por Dios,
el Juez pronunció su veredicto. Él nos ha asegurado que todos aquellos que han
creído han sido absueltos el día del juicio. Ya no hay condenación (Romanos
8:1). (Condenación y justificación son
términos opuestos). El día del juició portaremos la túnica de la justicia de Jesús, porque Dios
ya la ha acreditado en nuestra cuenta (ver Romanos 4). El veredicto de ahora y
el verdicto de ese día depende únicamente de la pureza moral de la conducta de
Jesús a lo largo de su vida, no la nuestra. Dios no quitará la justicia que ha
sido proclamada en Filipenses 3:9. Cuando ese gran día llegue, el Juez señalado
por el Padre será Jesús! (Juan 5:22). No habrá temor cuando
Aquel que nos amó y se dió a Sí mismo por nosotros (Gálatas 2:20) nos juzgue. Él
no puede rechazar Su propia justicia o Su propia sangre expiadora. Él
reconocerá públicamente a Su pueblo y recibirá a cada creyente en Su reino
eterno (Mateo 25:34). El Salvador que murió para asegurar nuestro perdón jamás
nos acusará del pecado que Él ya ha perdonado. Él no nos echará fuera (John
6:37). Jamás nos abandonará (Hebreos 13:5), y nadie puede apartarnos de su mano
protectora (Juan 10:28).
Dos camisas
La última noche de la conferencia yo tenía en una bolsa dos camisas. Quería
que imaginaran a Dios requiriendo que estuviésemos vestidos con una camisa
limpia y blanca. Ninguna otra cosa hubiera sido aceptable para Él. Pero había
un serio problema; somos pecadores, de manera que saqué una camisa rojo
intenso. La camisa roja simboliza nuestro
pecado. Si
esa es la forma como una persona aparece delante de Él, será rechazada por
pecadora. Entonces vino el Señor Jesús que, conociendo nuestro problema, tomó
nuestra camisa y se la puso como si fuera suya y fue a la cruz. Él tomó
nuestros pecados como suyos. Entonces saqué una camisa limpia y blanca, a la
que llamé la justicia de Cristo. Jesús tomó nuestra camisa, pero a cambio nos
dió la suya. Usándola, es como vamos al cielo. Esto es el evangelio y la
justificación.
Asegúrese de que su fe esta puesta sólo en Cristo y jamás en usted mismo. No
use su propia camisa, pues le conducirá al infierno! Hace humilde el admitir
que en nosotros mismos somos inaceptables ante Dios. Sólo mire lo que Él ha
hecho para salvar a los pecadores! Ya que Dios ha dado a Cristo, Él no puede
rechazar a ningún alma que confíe en Él. Él no puede rechazar a su Hijo. Él no
puede rechazar la obediencia de Jesús. Dios nos manda a venir a Cristo y cuando
lo hacemos Él nos da la vida eterna. El Señor Jesús es todo lo que necesitamos.
Nunca lo cambie por otros medios para que Dios lo reciba. No hay otro camino. No hay mejor regalo que Dios haya
dado a Su Hijo por nosotros. No hay mejor mensaje que darle al mundo.
Oración final y bendición
Oh santo Señor Dios, gracias por haber enviado al Señor Jesús, Tu Hijo
justo, para hacerse hombre, para obedecer Tu ley, para morir por nosotros
violadores de la ley, para que podamos ser perdonados y tener el don de la
justicia – la justicia de Jesús, el único hombre que te ha obedecido de manera
perfecta. Y todo esto Tú lo has dado como un regalo que no merecemos, porque Tú
nos amas y nos das tu gracia. Gracias te
damos Padre en el nombre de Jesús.
Y a aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su Gloria con gran alegría, al único y sabio
Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por
todos los siglos. Amén.
(Judas 24,25)
David H. Linden,
2803 Lionel Cres. SW Calgary, AB Canada, T3E 6B1 imputed@gmail.com